El Proyecto Sonríe
“Si la vida te da cien razones para llorar, dale mil y una
para sonreír”
Hay días, esos odiosos y
terribles días, en los que el mundo es una pesadilla que te atormenta. Pero no
es un sueño. Es peor.
Es algo que nos hiere, que nos
debilita poco a poco hasta convertirnos en polvo.
Es algo incontrolable.
Es algo que parece no tener
remedio.
Si alguna vez tienes uno de esos
días, será mejor que leas esto para volver a sonreír lo antes posible.
Rosa Berbel
http://conrderevolucion.blogspot.com.es/, @Rosa_gpd
“Mi intención con este texto breve, no era otra que la de presentar una
antítesis entre la felicidad y la infelicidad.
Es imposible sonreír si antes no se ha experimentado la árida situación
de la desesperación, el agobio, o la impotencia. No podemos convencer al mundo
de que sonría, pero si podemos hacerle sentir aversión hacia el dolor en su
propia piel, hacia todo aquello que produzca el arrepentimiento. Entonces, sólo
entonces, cuando los polos opuestos se definan y por descarte, seamos capaces
de decidir, seremos capaces a la vez de sonreír, sin motivo ni razón,
únicamente por necesidad.”
Hacía años que vivía sumida en una melancolía
analítica, atrapada entre cuatro paredes impregnadas de fantasmas, de decepciones,
de todo aquello que se perdió por no ser capaz de abandonar los bucles. Ahora,
cuando la vejez aparecía, sistemáticamente
y lo llenaba todo de gris, de ocre, de esas tonalidades fantasmagóricas
y deprimentes, sintió, por primera vez, el reflejo de una juventud que había
pasado demasiado de puntillas. Sus canas sobresalían, ocultando todo rastro de
su ya desaparecida melena cobriza, bajo una capa de desilusión. Sus ojos
también reflejaban un ápice de ahogo y despotismo. Ya nada era como antes, no
podía serlo, no debía serlo. Ahora estaba sola, sumida en una madrugada añeja y
podrida. Plagada de todos esos recuerdos que ahora le parecían lejanos e
inaccesibles. Plagada de esos sentimientos que algún día, pudo sentir. Había
temido tanto el paso del tiempo que ahora ya no sentía nada, el pavor se había
esfumado.
Y se arrepintió mientras sus
manos escuálidas y repleta, de arrugas y pliegues, intentaban enjugar y
absorber unas lágrimas más insípidas y mustias que nunca.
Su capacidad de reacción había muerto.
Demasiado pronto, y con ella, se había llevado toda señal aparente de vida, si
es que la hubo alguna vez.
Embriagada, cerró los ojos con la
esperanza de retroceder años atrás, de recuperar los instantes que se pierden
por el inconformismo extremo, por las tardes de lluvia, por todo aquello que
pudo ser, y no fue. Por todo aquello que ya nunca será. Y sobre todo, por todo
aquello que estaba perdiéndose en ese preciso momento. Bucle de nuevo.
Andrea Neptune.
http://losuenosehacenrealidad.blogspot.com.es/,
@AndreaNeptune
“Sonríe por los demás y las cosas que hacen para que seamos felices.
(Porque sólo tenemos una vida, y si no somos felices ahora no podremos serlo
nunca).”
POR ÉL Y POR MÍ
Si hay algo que jamás olvidaré de
mi infancia son los ratos que pasé con mi abuelo. Mi madre me dejaba en el
colegio cada mañana, pero no era ella quien me recogía. Se iba a trabajar y
hasta bien entrada la tarde no volvía a por mí a casa de mis abuelos. A mi
padre prácticamente no lo veía, se iba al trabajo antes de que yo me
despertara, y siempre estaba viajando de aquí para allá. A mi abuelo materno,
que por aquel entonces cargaba sesenta y tantos años tras su espalda, era al
que más veía. Estaba siempre puntual cuando salía del colegio. A las dos y tres
minutos exactamente, cuando yo me encontraba con él, me agarraba de la mano y
me decía que había tardado mucho tiempo en salir, que llevaba más de un cuarto
de hora esperándome. Yo le decía que no viniera tan pronto a por mí, que no era
mi culpa salir tan tarde, pero él no me hacía caso. Me preguntaba qué tal se me
había dado la mañana, y yo le contaba lo que había hecho en cada clase. Nunca
se me olvidaba contarle a qué había jugado en el recreo.
Él se reía cuando le hablaba de Nuria,
mi mejor amiga. Me decía que acabaríamos siendo novios, lo cual me producía
cierta vergüenza. Yo tendría seis o siete años por aquel entonces, y la simple
idea de darle un beso en la boca a alguien me producía arcadas. Y Nuria...
Nuria jugaba conmigo, nunca se me habría pasado por la cabeza darle un beso. Ni
siquiera un abrazo.
Me acuerdo de que jugábamos
solos, o al menos durante los primeros años de colegio. Íbamos a la misma clase
desde los tres años, y desde el primer día no había quien nos separara.
Jugábamos a imaginar que éramos caballos (sonará extraño, pero nos lo pasábamos
bien), y corríamos por el patio hasta que sonaba la campana. Nos colocábamos en
la fila con los demás, uno siempre detrás del otro, y después cada uno se
sentaba en su mesa. Unas veces nos tocaba estar en la misma, otras no. Luego
nos fuimos separando. Ella se iba a jugar con las niñas y yo me iba con los
niños a jugar al fútbol.
Todavía me acuerdo del día en el
que me colaron un gol (porque yo siempre era portero) por culpa de una de sus
amigas. Sara, creo que se llamaba. Sí, Sara. Se me acercó y me agarró del
brazo, sin decir nada. Me arrastró hasta sacarme de la zona de lo que mis
amigos y yo habíamos delimitado como portería, y yo le grité enfadado que me
dejara en paz, que por su culpa mi equipo iba a perder. Los niños no dejaban de
gritar, pero a ella no pareció importarle. Me señaló hacia donde estaba Nuria,
a la que sujetaban un par de niñas. Tenía las mejillas más rojas que de
costumbre. Sara me dijo que Nuria estaba enamorada de mí. Yo me puse colorado y
le pegué un empujón. La taché de mentirosa, y antes de que pudiera decir nada
corrí hacia la portería. Al final ganamos el partido.
Aquel día no le conté a mi abuelo
lo que había hecho en el recreo. Él me preguntó, claro, a un abuelo no se le
pasan por alto los detalles así como así. Le dije que había estado jugando al
fútbol, pero eso, al parecer, no le bastó. Me preguntó por Nuria, porque en ese
momento ella pasó por nuestro lado, de la mano de su madre y sin decir una
palabra. Al ver que yo no contestaba se arrodilló para ponerse a mi altura (y
no os imagináis lo mucho que le costó, porque padecía de espalda) y me miró,
frunciendo el ceño.
—¿Te has enfadado con ella?
—preguntó.
Yo negué con la cabeza, incapaz
de decir nada. Volví a ponerme tan colorado como lo había hecho en el recreo.
Entonces mi abuelo sonrió, se levantó (no sin esfuerzo) y me agarró de la mano.
No volvió a preguntarme por el tema, pero me dijo que podía contarle cualquier
cosa, que para eso estaba. Aunque jamás se lo contara, saber que podía hacerlo
me reconfortó.
Todos los días (a excepción de
los sábados, domingos y festivos) comía en casa de mis abuelos. Llegábamos a
las dos y media del colegio, porque, aunque estuviera cerca, mi abuelo necesitaba
ir a paso lento. Mi abuela siempre me recibía con un abrazo y dos besos (los de
los lunes eran más fuertes, por cierto, porque en el fin de semana no nos
veíamos). Yo siempre iba directo a la cocina. Tiraba al suelo la mochila y
abría el armario que había al lado del frigorífico, porque sabía que allí
encontraría el chocolate blanco. Mi abuela me reñía cada vez que me pillaba,
aunque fueron pocas veces, porque mi abuelo se encargaba de entretenerla para
cubrirme. Salía corriendo de la cocina tan rápido como había entrado, con la
excusa de que necesitaba ir al baño. Mi abuelo me guiñaba un ojo, y yo le
devolvía el gesto. Me encerraba en el baño, me comía el chocolate, y
aprovechaba para hacer mis necesidades y lavarme las manos para comer (ésto
último a veces se me olvidaba, pero mi abuela se encargaba de que no pasara,
siempre llamaba a la puerta cuando le estiraba a la cadena). Por lo general las
comidas de la abuela me gustaban, aunque no soportaba las lentejas, que me las
comía por la fuerza.
Por la tarde, después de echar la
siesta (aunque ésto era un completo engaño, mientras mi abuelo dormía yo me
ponía a jugar a los pies de la cama) siempre nos íbamos a la biblioteca a hacer
los deberes. Lo de ir a hacer los deberes no era más que una excusa que me
ponía mi abuelo, porque lo que hacíamos allí, básicamente, era leer. Él cogía
un libro (le valían incluso los diccionarios y los atlas) y me pedía que se lo
leyese, porque a él de pequeño no le habían enseñado a leer. Me acuerdo de una
niña con la que coincidimos varias veces en la biblioteca. Siempre se nos
quedaba mirando (más a mi abuelo que a mí), y su madre le reñía y le decía por
lo bajo que dejara de hacerlo, que era de mala educación. A mí me entraba la
risa.
Algunas tardes (las de los
viernes) nos íbamos al parque al salir de la biblioteca. Por aquel entonces
todavía no sabía impulsarme en los columpios yo solo, aprendí gracias a la
insistencia de mi abuelo, que siempre me ayudaba a mecerme. Sólo me caí una
vez, cuando empecé a tener confianza en mí mismo. Me mordí la lengua y me arañé
las palmas de las manos, pero no fue más que un susto. Mi abuelo me limpió con
el pañuelo de tela impoluto que llevaba siempre en el bolsillo. Sé que mi
abuela se lo cambiaba todos los días, porque antes de irnos a la biblioteca se
lo metía en el bolsillo del abrigo (y si era verano, se lo dejaba encima del
mueble de la entrada, para que no se le olvidara). De vuelta a casa me compró
chucherías, porque decía que con eso se me olvidaría el dolor de manos y de
lengua. Pensé que era mago, porque acertó.
No os llegáis a imaginar lo mucho
que me dolió que mi abuelo se fuera para siempre. Tenía nueve años. Yo sabía
que estaba enfermo, porque se lo habían llevado muchas veces al hospital y cada
vez volvía peor. Yo lo notaba. No me contaban qué le pasaba porque él mismo no
quería que me lo dijeran. Después descubrí que había muerto por un ataque al
corazón.
¿Sabéis? Me dejó una carta. Una a
mí y otra a mi abuela. No sé qué le diría a ella, pero a mí sólo me dijo que
sonriera y fuera feliz. Por él y por mí. Sé que las palabras salieron de él
porque, pese a que la caligrafía de la carta fuera de mi madre, figuraba su
huella dactilar como firma. Y sé que era suya porque él y yo éramos los únicos
que sabíamos dónde guardaba la almohadilla de tinta. Lloré durante muchos
meses, hasta que me di cuenta de que le estaba fallando. Desde entonces trato
de sonreír aunque me sea difícil. Sobre todo por él.
Laura,
“todos somos polvo de
estrellas”
“¿Que porque deberíamos sonreír? ¡Pues porque podemos! Simplemente eso.
Porque es sano, no daña a nadie y hace que seas preciosa/o. No cuesta nada, es
un simple gesto que puede alegrar a la persona que te sigue por los pasillos o
a esa mejor amiga esperando una reacción sobre su regalo. Es una cosa tan
simple y tan importante a la vez... A veces me pregunto eso ¿Cómo puede algo
tan simple como sonreír ser, a la vez, tan importante? Es un milagro, nadie lo
puede explicar pero es así. Sonreír y coleccionar sonrisas es la mejor cosa que
existe en el mundo. Por eso cualquier persona que lea esto debe sonreír porque
recuerda: alguien más puede estar mirando y alguien más puede haberse enamorado
de esa preciosa sonrisa.”
En un intento de que la gente
sonriera más, de que se miraran a los ojos lo unos a los otros, y de que se
apreciaran más los gestos y/o las caricias, el gobierno dirigido por Christie
Nothing, ha decidido que solamente se podrán utilizar 167 palabras por día.
Sinceramente, confío en nuestra
presidenta, sé que lo ha hecho para que todos seamos un poco más felices y para
que haya más sonrisas en este mundo porque, sinceramente, hacen falta. No hago
nada más que ver gente triste por todos lados y eso debe cambiar.
La verdad es que me estoy
adaptando muy bien a este nuevo cambio. Cada mañana, para saludar a mi hermano
pequeño, en vez de decir ‘buenos días, pequeñín’ le doy un besazo enorme en la
frente y él ya sabe lo que le quiero decir. En vez de decirle a mi abuela lo
buena que estaba la comida, le doy un fuerte abrazo y, automáticamente, ella
sabe lo que significa.
Cuando suena el teléfono me lo
acerco a mi oreja sin decir ‘hola’. Cuando voy a cualquier restaurante,
solamente señalo a los macarrones. Nada más. No quiero malgastar mis palabras
con palabras sin sentido.
Cuando mi mejor amiga me explica
cualquier desengaño amoroso que ha tenido (muy breve y muy resumido, of course)
me mira a los ojos, la miro a los ojos y ella, estructurando mi mirada, puede
notar mi ‘lo siento mucho’ seguido de un fuerte abrazo.
Veo que la gente también se está
adaptando bien, como yo. Subiendo las escaleras hacia mi casa cada tarde, veo a
mis vecinos sentados allí. Sin hacer nada más: tan sólo mirándose, aprovechando
las pocas palabras que les quedan para decirse cosas bonitas al oído. El otro
día me fijé que ella le hacía una suave caricia en la mejilla y que él le decía
‘yo también te quiero’. ¡Tienen su propio código para decirse te quiero! Es una
de las cosas más bonitas que he visto desde que han puesto este cambio.
Bueno no, miento. Lo más bonito
que han hecho en este período ha sido lo que hace cada noche mi querido amor.
No vive en la misma ciudad que yo, pero donde vive también se está aplicando
esta nueva ley. Cada noche, tarde (muy tarde) me llama y, con una sonrisa que
no puedo ver me dice orgullosos:
-Sólo he usado 59 hoy. He
guardado el resto para ti.
Le explico, brevemente, cómo ha
transcurrido mi día y me lamento diciéndole lo mucho que le echo de menos. Él
me hace preguntas breves y, cuando ya no le respondo él ya sabe que se me han
acabado las palabras y entonces (sólo entonces) es cuando ocurre lo que más me
gusta del día: me susurra dulcemente ‘te quiero’ 29 veces.
Después de esto me quedo estirada
en mi cama con el teléfono en la oreja escuchando su respiración.
Sé que Christie Nothing ha hecho
un buen trabajo. Gracias a ella, estos pequeños momentos, se aprecian más,
tienen más significado y, sobretodo, hace que la gente se quiera más y tenga
más cuidado con lo que dice. Pero aun así, lo más importante es que la gente
sonríe más porque, a falta de palabras siempre (siempre) nos quedan las
sonrisas.
Martha,
"You shoot me down, but I won't fall, I am Titanium",
"Nobody said it was easy, no one ever said it would be this
hard"
http://martasimagination.blogspot.com, https://twitter.com/Mparra_96,
http://weheartit.com/SingaSong/sets
“Sonríe y hazlo de verdad, porque es sano, porque significa felicidad y
sentir felicidad implica existir, vivir. Y todas y cada una de las personas en
el planeta tienen o deberían tener una razón para vivir y no simplemente
intentar sobrevivir.”
Espíritu Navideño
Hay una aglomeración de gente en
la calle impresionante, en general eso no me disgusta pero hoy en particular me
agobia. Se nota que son fiestas, las personas yendo de un lado a otro
apresuradas; cargadas de bolsas unas y hablando por teléfono otras; y el montón
de adornos navideños colgados de un edificio a otro son la prueba perfecta.
Espíritu navideño… Já, la navidad
no es más que una fiesta comercial en la que los niños pequeños tienen una
excusa para pedir y pedir y los adultos sienten la extraña necesidad de gastar.
Ridículo, y para colmo, todo el mundo está más estresado, irritable y ocupado
que de costumbre ¡Espíritu navideño el de Cuento de Navidad antes que esto!
– Sam – Me llama alguien, me giro
de mala gana hacia quién ha interrumpido mis pensamientos y despotricaciones
varias y me sorprendo al verle.
– Jake – Sonrío brevemente, en
realidad no podía ser otra persona la que consiguiera sacar una sonrisa en
aquel momento – ¿Qué haces por aquí?
– Compras navideñas – Responde
simplemente, mi cara debe ser un poema en este momento porque trata de decir
algo más – para el amigo invisible, la familia…
– Claro, cómo no, todos con las
compras navideñas – comento con tono de desagrado.
– ¿Por qué estás así? – Pregunta
extrañado, no lo entiende – Deberías estar feliz.
– ¿Por qué? ¿Por qué es Navidad?
– Pregunto yo con tono de burla fijándome de nuevo en el ambiente.
– Al señor Scrooge le visitaron y
raptaron temporalmente unos espíritus por no estar feliz en Navidad – Comenta
como si nada y a mí me hace gracia que me hable de la misma película en la que
yo había pensado medio minuto atrás.
– Unos espíritus podrían raptarme
ahora mismo y no me moriría del disgusto – Suelto con un suspiro, veo que Jake
me mira atentamente y recupero la compostura – Y además al señor Scrooge no le
pasa eso por estar enfadado en Navidad sino por ser un cascarrabias en general.
– Sí pero en realidad… Bueno
mira, es igual – Dice agitando la cabeza para despejar ese tema de su mente, en
un gesto adorable y divertido – No tiene nada que ver que sea Navidad con que
tengas que estar feliz, simplemente debes estarlo.
– Como mi mejor amigo que eres ya
sabes que no soy de normal tan gruñona – Levanta las cejas en un gesto
incrédulo y me mosqueo por un momento, a pesar de que sé que lo hace aposta –
No lo soy – Vuelvo a decir muy segura, y le pego un golpe en el hombro – Pero
no he tenido un buen día.
– Sam, todos tenemos días peores
y mejores, pero tener un mal día no debe impedirte sonreír – Me dice apoyando
sus manos sobre mis hombros, para después soltarme y prepararse para
escenificar su ‘monólogo’ – Cuando
tengas un problema, míralo de frente y suéltale un ‘¿Problema? ¡Yo me río en la
cara del problema!’
– Eso es del rey león – Digo con
un tono de voz completamente neutro.
– En el rey león Simba hablaba de
peligro, pero el caso es… – Puntualiza él y yo suelto una risilla – Que
entonces el problema se sentirá tan ofendido que se acabará marchando – Le miro
con la ceja alzada y él se ríe – Piensa lo que quieras, pero es verdad. Y
además Sam, muchas veces no hace falta una razón concreta para darte cuenta de
que merece mucho más la pena sonreír que
pasarte el día enfadado por una minucia que días después quizás ni siquiera
recuerdes – Le odio, en este momento le odio porque sé que tiene razón, pero
sigo sin querer reconocerlo – Y encima lo pagas con la Navidad – Añade
falsamente indignado – Una festividad
preciosa que, aunque sí que está vinculada al consumo no solo consiste en ello
ni mucho menos.
Nos quedamos mirando unos
segundos antes de que se acerque a mí y hable en voz baja.
– Se trata de vivir, Sam, no de
sobrevivir, y de hacerlo día a día – Sus palabras se clavan hondo en mí, algo
que necesitaba, una bofetada sana, una voltereta que me lleve de golpe a la
realidad, a la auténtica y no la cegada por un ahora diminuto problema realidad
– Tengo que irme, cualquier cosa me llamas o whatsappeas ¿Vale?
Me pasa la mano por la cabeza
para despeinarme sin ni siquiera quitarme el gorro. Y mientras me lo quito para
volver a colocarlo bien, veo como se marcha, a paso muy tranquilo y relajado en
comparación con el resto de gente. Y sonrío, como una tonta. Intento bajar las
comisuras pero no puedo. Y de pronto, con la presencia de gente como Jake y mis
demás personas importantes en mi vida, con las palabras de Jake y con los
pensamientos por fin aclarados sin ningún tipo de niebla de por medio, la vida
me parece vida y la navidad más bonita que nunca.
Porque merece la pena sonreír,
porque es cierto que se trata de vivir, y no solo sobrevivir.
Daphne,
“I'm still alive but I'm barely
breathing, just prayed to a God that I don't believe in, cause I got time while
she got freedom, cause when a heart breaks, no, it don't break even.”
http://missorangeworld.blogspot.com, @DaphneAndIzzy
“Para mí, una razón por la que
todos debemos sonreír, es porque no somos adivinos, y no podemos saber lo que
nos deparará el futuro. Y, auqnue estemos pasando momentos malos, estos siempre
vienen acompañados de momentos buenos. Incluso si estás en la situación más catastrófica,
debes saber que no durará eternamente.”
Bueno, mi idea es muy simple. Ya
sea por Twitter, Facebook, Tumblr, o por la calle, no dejamos de oír que la
vida no sería vida sin música. Y, en realidad, es cierto. Porque, ¿qué sería de
nosotros sin canciones que nos alegrasen los días, que nos acompañasen en los
momentos buenos y malos de nuestra vida, en esos que marcan el principio y el
final de una era? Las parejas más enamoradas tienen una canción propia, esa con
la que se conocieron o abrieron el baile de su boda, y que, aunque no la hayan
compuesto o ni siquiera sea de su época, consideran suya por derecho.
Cada día que pasa, la música cobra más fuerza.
Nuevos estilos surgen hasta de debajo de las piedras, cantantes de dudoso
origen se vuelven famosos por una canción que durará seis meses en las radios,
lo mismo que su vida pública...
La música cada vez está más industrializada, y
eso lo sabemos todos. Pero, ¿acaso eso tiene que ser malo? La gente pide lo que
le alegra, los gustos de las mayorías se hacen con el poder, pero siempre hay
otros grupos alternativos que están ahí para cubrir las necesidades de las
minorías musicales...
En definitiva, sin música seríamos lo mismo
que sin alma.
No sé vosotros, pero desde siempre yo he
tenido claro que hay ciertas canciones que ayudan a superar momentos malos en
la vida de una persona. Quizás los compositores de dichas obras lo tenían
claro, o quizás no... Pero simplemente lo consiguieron.
También es cierto que no a todo el mundo le
ayudan las mismas canciones. Todo depende del interior de cada persona, cada
uno tenemos nuestra propia "Lista de la Felicidad"
Porque así la he bautizado yo. "Lista de
la Felicidad"
Ésta la mía.
Lista de la Felicidad
(no van ordenadas)
1. Call Me
Maybe.- Carly Rae Jempsen
2. Sunday
Morning.- Maroon 5
3. The A
Team.- Ed Sheeran
4. My Life
Would Suck Without You.- Kelly Clarkson
5. Closer
To The Edge.- 30 Seconds to Mars
6.
Fireflies.- Owl City
7.
Obviously.- McFly
8. Chasing
Cars.- Snow Patrol
9.
Sovereing Light Café.- Keane
10.
Paradise.- Codplay
11.Summertime.-
My Chemical Romance
12. Stereo
Hearts.- Gym Class Heroes feat. Adam Levine
13.
Hallelujah.- Paramore
14. 5
Colours In Her Hair.- McFly
15. I Don't
Wanna Miss A Thing.- Aerosmith
16. One
Thing.- One Direction
17. Falling
In Love.- McFly
18. 100
Suns.- 30 Seconds To Mars
19. Viva La
Vida.- Codplay
20.
Breakeven.- The Script
21.
Domino.- Jessie J
22. Love Is
Easy.- McFly
23. Burn It
Down.- Linkin Park
24. Neutron
Star Collision.- Muse
25. Last
Friday Night.- Katy Perry
26. Smile.-
McFly
Natalia.
http://www.theworldofnati.tumblr.com, http://www.twitter.com/theworldofnati,
http://www.formspring.me/theworldofnati
“Deberíamos sonreír siempre por todas las cosas lindas que hay en el
mundo, ya sean personas, animales u objetos. SIEMPRE, aunque estés en el
momento más oscuro de tu vida, hay una razón por la que sonreír. Piensa siempre
en positivo y disfruta de la vida, que es solo una. ¡Sé feliz!”
Srta.While,
"Tú me caes bien,
a ti te mataré el último"
http://citandoelinfinito.blogspot.com.es/
“Sonríe para respirar, vivir,
soñar.”
Puedes intentar ser
feliz con algunos de estos trucos:
¾
Un buen despertador, de esos que levantan, de
esos que dan ganas de vivir. ¡La música está para algo, amigos!
¾
Lávate los dientes, sonríete en el espejo miles
de veces y haz muecas antes de salir.
¾
Échate azúcar en la leche, rellena la magdalena
de sonrisas crujientes y échale a la comida una pizca de nube blanca, las
negras no, que pican.
¾
Baila en medio de la carretera, sí, ¡hazlo! ¿qué
vas a provocar? Una sonrisa antes que un accidente de tráfico, te lo aseguro.
¾
Salta en el paso de cebra sólo tocando los
trozos blancos.
¾
Sonríele a alguien en el metro, a ver qué pasa.
Si no te sonríe mírale con ganas de comerte el mundo, si te sonríe súbele un
poco la ceja, que sea tu cómplice.
¾
Ponte música mientras vas en el metro, ponle
vocecitas a las personas que veas hablar en tu interior, o invéntate una
historia sobre el que está sentado enfrente de ti.
¾
Sonríe por nada.
¾
Cómprate gominolas de muchos colores y tómatelas
de postre con esa comida de sabor a nube
¾
Échate un poco la siesta, no demasiada.
¾
Estudia, pensando que en estos momentos es algo
por lo que sonreír.
¾
Ve series que te hagan reír, películas, no te
canses de hablar por teléfono.
¾
Sal con tus amigos.
¾
Cena tranquilamente.
¾
Lee millones de libros que te tele transportarán
a un mundo diferente al de ahora
¾
Antes de dormir tómate un vaso calentito de
leche, con un poco de alegría en polvo, canela, y las ganas de soñar en rama.
¾
Remuévelo bien, tómatelo con calma. Y cuando
sientas que te hormiguea el corazón es hora de dormir.
Emma Gallardo Richards
http://www.flickr.com/photos/emmagallardo/,
http://emmaescritora.blogspot.com
“La vida es demasiado corta
como para perderla llorando. Busca esos pequeños detalles que puedan sacarte
una sonrisa. Están cerca de ti, solo tienes que encontrarlos. ¡Hay muchos!”
Así que sonríe, sin importar lo que pase.