lunes, 24 de diciembre de 2012





El Proyecto Sonríe

“Si la vida te da cien razones para llorar, dale mil y una para sonreír”






Hay días, esos odiosos y terribles días, en los que el mundo es una pesadilla que te atormenta. Pero no es un sueño. Es peor.
Es algo que nos hiere, que nos debilita poco a poco hasta convertirnos en polvo.
Es algo incontrolable.
Es algo que parece no tener remedio.

Si alguna vez tienes uno de esos días, será mejor que leas esto para volver a sonreír lo antes posible.







 Rosa Berbel
http://conrderevolucion.blogspot.com.es/, @Rosa_gpd
“Mi intención con este texto breve, no era otra que la de presentar una antítesis entre la felicidad y la infelicidad.
Es imposible sonreír si antes no se ha experimentado la árida situación de la desesperación, el agobio, o la impotencia. No podemos convencer al mundo de que sonría, pero si podemos hacerle sentir aversión hacia el dolor en su propia piel, hacia todo aquello que produzca el arrepentimiento. Entonces, sólo entonces, cuando los polos opuestos se definan y por descarte, seamos capaces de decidir, seremos capaces a la vez de sonreír, sin motivo ni razón, únicamente por necesidad.”

 Hacía años que vivía sumida en una melancolía analítica, atrapada entre cuatro paredes impregnadas de fantasmas, de decepciones, de todo aquello que se perdió por no ser capaz de abandonar los bucles. Ahora, cuando la vejez aparecía, sistemáticamente  y lo llenaba todo de gris, de ocre, de esas tonalidades fantasmagóricas y deprimentes, sintió, por primera vez, el reflejo de una juventud que había pasado demasiado de puntillas. Sus canas sobresalían, ocultando todo rastro de su ya desaparecida melena cobriza, bajo una capa de desilusión. Sus ojos también reflejaban un ápice de ahogo y despotismo. Ya nada era como antes, no podía serlo, no debía serlo. Ahora estaba sola, sumida en una madrugada añeja y podrida. Plagada de todos esos recuerdos que ahora le parecían lejanos e inaccesibles. Plagada de esos sentimientos que algún día, pudo sentir. Había temido tanto el paso del tiempo que ahora ya no sentía nada, el pavor se había esfumado.
Y se arrepintió mientras sus manos escuálidas y repleta, de arrugas y pliegues, intentaban enjugar y absorber unas lágrimas más insípidas y mustias que nunca.
Su capacidad de reacción había muerto. Demasiado pronto, y con ella, se había llevado toda señal aparente de vida, si es que la hubo alguna vez.
Embriagada, cerró los ojos con la esperanza de retroceder años atrás, de recuperar los instantes que se pierden por el inconformismo extremo, por las tardes de lluvia, por todo aquello que pudo ser, y no fue. Por todo aquello que ya nunca será. Y sobre todo, por todo aquello que estaba perdiéndose en ese preciso momento. Bucle de nuevo.




 Andrea Neptune.
 http://losuenosehacenrealidad.blogspot.com.es/, @AndreaNeptune
“Sonríe por los demás y las cosas que hacen para que seamos felices. (Porque sólo tenemos una vida, y si no somos felices ahora no podremos serlo nunca).”

POR ÉL Y POR MÍ
Si hay algo que jamás olvidaré de mi infancia son los ratos que pasé con mi abuelo. Mi madre me dejaba en el colegio cada mañana, pero no era ella quien me recogía. Se iba a trabajar y hasta bien entrada la tarde no volvía a por mí a casa de mis abuelos. A mi padre prácticamente no lo veía, se iba al trabajo antes de que yo me despertara, y siempre estaba viajando de aquí para allá. A mi abuelo materno, que por aquel entonces cargaba sesenta y tantos años tras su espalda, era al que más veía. Estaba siempre puntual cuando salía del colegio. A las dos y tres minutos exactamente, cuando yo me encontraba con él, me agarraba de la mano y me decía que había tardado mucho tiempo en salir, que llevaba más de un cuarto de hora esperándome. Yo le decía que no viniera tan pronto a por mí, que no era mi culpa salir tan tarde, pero él no me hacía caso. Me preguntaba qué tal se me había dado la mañana, y yo le contaba lo que había hecho en cada clase. Nunca se me olvidaba contarle a qué había jugado en el recreo.
Él se reía cuando le hablaba de Nuria, mi mejor amiga. Me decía que acabaríamos siendo novios, lo cual me producía cierta vergüenza. Yo tendría seis o siete años por aquel entonces, y la simple idea de darle un beso en la boca a alguien me producía arcadas. Y Nuria... Nuria jugaba conmigo, nunca se me habría pasado por la cabeza darle un beso. Ni siquiera un abrazo.
Me acuerdo de que jugábamos solos, o al menos durante los primeros años de colegio. Íbamos a la misma clase desde los tres años, y desde el primer día no había quien nos separara. Jugábamos a imaginar que éramos caballos (sonará extraño, pero nos lo pasábamos bien), y corríamos por el patio hasta que sonaba la campana. Nos colocábamos en la fila con los demás, uno siempre detrás del otro, y después cada uno se sentaba en su mesa. Unas veces nos tocaba estar en la misma, otras no. Luego nos fuimos separando. Ella se iba a jugar con las niñas y yo me iba con los niños a jugar al fútbol.
Todavía me acuerdo del día en el que me colaron un gol (porque yo siempre era portero) por culpa de una de sus amigas. Sara, creo que se llamaba. Sí, Sara. Se me acercó y me agarró del brazo, sin decir nada. Me arrastró hasta sacarme de la zona de lo que mis amigos y yo habíamos delimitado como portería, y yo le grité enfadado que me dejara en paz, que por su culpa mi equipo iba a perder. Los niños no dejaban de gritar, pero a ella no pareció importarle. Me señaló hacia donde estaba Nuria, a la que sujetaban un par de niñas. Tenía las mejillas más rojas que de costumbre. Sara me dijo que Nuria estaba enamorada de mí. Yo me puse colorado y le pegué un empujón. La taché de mentirosa, y antes de que pudiera decir nada corrí hacia la portería. Al final ganamos el partido.
Aquel día no le conté a mi abuelo lo que había hecho en el recreo. Él me preguntó, claro, a un abuelo no se le pasan por alto los detalles así como así. Le dije que había estado jugando al fútbol, pero eso, al parecer, no le bastó. Me preguntó por Nuria, porque en ese momento ella pasó por nuestro lado, de la mano de su madre y sin decir una palabra. Al ver que yo no contestaba se arrodilló para ponerse a mi altura (y no os imagináis lo mucho que le costó, porque padecía de espalda) y me miró, frunciendo el ceño.
—¿Te has enfadado con ella? —preguntó.
Yo negué con la cabeza, incapaz de decir nada. Volví a ponerme tan colorado como lo había hecho en el recreo. Entonces mi abuelo sonrió, se levantó (no sin esfuerzo) y me agarró de la mano. No volvió a preguntarme por el tema, pero me dijo que podía contarle cualquier cosa, que para eso estaba. Aunque jamás se lo contara, saber que podía hacerlo me reconfortó.
Todos los días (a excepción de los sábados, domingos y festivos) comía en casa de mis abuelos. Llegábamos a las dos y media del colegio, porque, aunque estuviera cerca, mi abuelo necesitaba ir a paso lento. Mi abuela siempre me recibía con un abrazo y dos besos (los de los lunes eran más fuertes, por cierto, porque en el fin de semana no nos veíamos). Yo siempre iba directo a la cocina. Tiraba al suelo la mochila y abría el armario que había al lado del frigorífico, porque sabía que allí encontraría el chocolate blanco. Mi abuela me reñía cada vez que me pillaba, aunque fueron pocas veces, porque mi abuelo se encargaba de entretenerla para cubrirme. Salía corriendo de la cocina tan rápido como había entrado, con la excusa de que necesitaba ir al baño. Mi abuelo me guiñaba un ojo, y yo le devolvía el gesto. Me encerraba en el baño, me comía el chocolate, y aprovechaba para hacer mis necesidades y lavarme las manos para comer (ésto último a veces se me olvidaba, pero mi abuela se encargaba de que no pasara, siempre llamaba a la puerta cuando le estiraba a la cadena). Por lo general las comidas de la abuela me gustaban, aunque no soportaba las lentejas, que me las comía por la fuerza.
Por la tarde, después de echar la siesta (aunque ésto era un completo engaño, mientras mi abuelo dormía yo me ponía a jugar a los pies de la cama) siempre nos íbamos a la biblioteca a hacer los deberes. Lo de ir a hacer los deberes no era más que una excusa que me ponía mi abuelo, porque lo que hacíamos allí, básicamente, era leer. Él cogía un libro (le valían incluso los diccionarios y los atlas) y me pedía que se lo leyese, porque a él de pequeño no le habían enseñado a leer. Me acuerdo de una niña con la que coincidimos varias veces en la biblioteca. Siempre se nos quedaba mirando (más a mi abuelo que a mí), y su madre le reñía y le decía por lo bajo que dejara de hacerlo, que era de mala educación. A mí me entraba la risa.
Algunas tardes (las de los viernes) nos íbamos al parque al salir de la biblioteca. Por aquel entonces todavía no sabía impulsarme en los columpios yo solo, aprendí gracias a la insistencia de mi abuelo, que siempre me ayudaba a mecerme. Sólo me caí una vez, cuando empecé a tener confianza en mí mismo. Me mordí la lengua y me arañé las palmas de las manos, pero no fue más que un susto. Mi abuelo me limpió con el pañuelo de tela impoluto que llevaba siempre en el bolsillo. Sé que mi abuela se lo cambiaba todos los días, porque antes de irnos a la biblioteca se lo metía en el bolsillo del abrigo (y si era verano, se lo dejaba encima del mueble de la entrada, para que no se le olvidara). De vuelta a casa me compró chucherías, porque decía que con eso se me olvidaría el dolor de manos y de lengua. Pensé que era mago, porque acertó.
No os llegáis a imaginar lo mucho que me dolió que mi abuelo se fuera para siempre. Tenía nueve años. Yo sabía que estaba enfermo, porque se lo habían llevado muchas veces al hospital y cada vez volvía peor. Yo lo notaba. No me contaban qué le pasaba porque él mismo no quería que me lo dijeran. Después descubrí que había muerto por un ataque al corazón.
¿Sabéis? Me dejó una carta. Una a mí y otra a mi abuela. No sé qué le diría a ella, pero a mí sólo me dijo que sonriera y fuera feliz. Por él y por mí. Sé que las palabras salieron de él porque, pese a que la caligrafía de la carta fuera de mi madre, figuraba su huella dactilar como firma. Y sé que era suya porque él y yo éramos los únicos que sabíamos dónde guardaba la almohadilla de tinta. Lloré durante muchos meses, hasta que me di cuenta de que le estaba fallando. Desde entonces trato de sonreír aunque me sea difícil. Sobre todo por él.



Laura,
“todos somos polvo de estrellas”
“¿Que porque deberíamos sonreír? ¡Pues porque podemos! Simplemente eso. Porque es sano, no daña a nadie y hace que seas preciosa/o. No cuesta nada, es un simple gesto que puede alegrar a la persona que te sigue por los pasillos o a esa mejor amiga esperando una reacción sobre su regalo. Es una cosa tan simple y tan importante a la vez... A veces me pregunto eso ¿Cómo puede algo tan simple como sonreír ser, a la vez, tan importante? Es un milagro, nadie lo puede explicar pero es así. Sonreír y coleccionar sonrisas es la mejor cosa que existe en el mundo. Por eso cualquier persona que lea esto debe sonreír porque recuerda: alguien más puede estar mirando y alguien más puede haberse enamorado de esa preciosa sonrisa.”

En un intento de que la gente sonriera más, de que se miraran a los ojos lo unos a los otros, y de que se apreciaran más los gestos y/o las caricias, el gobierno dirigido por Christie Nothing, ha decidido que solamente se podrán utilizar 167 palabras por día.
Sinceramente, confío en nuestra presidenta, sé que lo ha hecho para que todos seamos un poco más felices y para que haya más sonrisas en este mundo porque, sinceramente, hacen falta. No hago nada más que ver gente triste por todos lados y eso debe cambiar.
La verdad es que me estoy adaptando muy bien a este nuevo cambio. Cada mañana, para saludar a mi hermano pequeño, en vez de decir ‘buenos días, pequeñín’ le doy un besazo enorme en la frente y él ya sabe lo que le quiero decir. En vez de decirle a mi abuela lo buena que estaba la comida, le doy un fuerte abrazo y, automáticamente, ella sabe lo que significa.
Cuando suena el teléfono me lo acerco a mi oreja sin decir ‘hola’. Cuando voy a cualquier restaurante, solamente señalo a los macarrones. Nada más. No quiero malgastar mis palabras con palabras sin sentido.
Cuando mi mejor amiga me explica cualquier desengaño amoroso que ha tenido (muy breve y muy resumido, of course) me mira a los ojos, la miro a los ojos y ella, estructurando mi mirada, puede notar mi ‘lo siento mucho’ seguido de un fuerte abrazo.
Veo que la gente también se está adaptando bien, como yo. Subiendo las escaleras hacia mi casa cada tarde, veo a mis vecinos sentados allí. Sin hacer nada más: tan sólo mirándose, aprovechando las pocas palabras que les quedan para decirse cosas bonitas al oído. El otro día me fijé que ella le hacía una suave caricia en la mejilla y que él le decía ‘yo también te quiero’. ¡Tienen su propio código para decirse te quiero! Es una de las cosas más bonitas que he visto desde que han puesto este cambio.
Bueno no, miento. Lo más bonito que han hecho en este período ha sido lo que hace cada noche mi querido amor. No vive en la misma ciudad que yo, pero donde vive también se está aplicando esta nueva ley. Cada noche, tarde (muy tarde) me llama y, con una sonrisa que no puedo ver me dice orgullosos:
-Sólo he usado 59 hoy. He guardado el resto para ti.
Le explico, brevemente, cómo ha transcurrido mi día y me lamento diciéndole lo mucho que le echo de menos. Él me hace preguntas breves y, cuando ya no le respondo él ya sabe que se me han acabado las palabras y entonces (sólo entonces) es cuando ocurre lo que más me gusta del día: me susurra dulcemente ‘te quiero’ 29 veces.
Después de esto me quedo estirada en mi cama con el teléfono en la oreja escuchando su respiración.
Sé que Christie Nothing ha hecho un buen trabajo. Gracias a ella, estos pequeños momentos, se aprecian más, tienen más significado y, sobretodo, hace que la gente se quiera más y tenga más cuidado con lo que dice. Pero aun así, lo más importante es que la gente sonríe más porque, a falta de palabras siempre (siempre) nos quedan las sonrisas.




Martha,
"You shoot me down, but I won't fall, I am Titanium",
"Nobody said it was easy, no one ever said it would be this hard"
“Sonríe y hazlo de verdad, porque es sano, porque significa felicidad y sentir felicidad implica existir, vivir. Y todas y cada una de las personas en el planeta tienen o deberían tener una razón para vivir y no simplemente intentar sobrevivir.”



Espíritu Navideño

Hay una aglomeración de gente en la calle impresionante, en general eso no me disgusta pero hoy en particular me agobia. Se nota que son fiestas, las personas yendo de un lado a otro apresuradas; cargadas de bolsas unas y hablando por teléfono otras; y el montón de adornos navideños colgados de un edificio a otro son la prueba perfecta.
Espíritu navideño… Já, la navidad no es más que una fiesta comercial en la que los niños pequeños tienen una excusa para pedir y pedir y los adultos sienten la extraña necesidad de gastar. Ridículo, y para colmo, todo el mundo está más estresado, irritable y ocupado que de costumbre ¡Espíritu navideño el de Cuento de Navidad antes que esto!
– Sam – Me llama alguien, me giro de mala gana hacia quién ha interrumpido mis pensamientos y despotricaciones varias y me sorprendo al verle.
– Jake – Sonrío brevemente, en realidad no podía ser otra persona la que consiguiera sacar una sonrisa en aquel momento – ¿Qué haces por aquí?
– Compras navideñas – Responde simplemente, mi cara debe ser un poema en este momento porque trata de decir algo más – para el amigo invisible, la familia…
– Claro, cómo no, todos con las compras navideñas – comento con tono de desagrado.
– ¿Por qué estás así? – Pregunta extrañado, no lo entiende – Deberías estar feliz.
– ¿Por qué? ¿Por qué es Navidad? – Pregunto yo con tono de burla fijándome de nuevo en el ambiente.
– Al señor Scrooge le visitaron y raptaron temporalmente unos espíritus por no estar feliz en Navidad – Comenta como si nada y a mí me hace gracia que me hable de la misma película en la que yo había pensado medio minuto atrás.
– Unos espíritus podrían raptarme ahora mismo y no me moriría del disgusto – Suelto con un suspiro, veo que Jake me mira atentamente y recupero la compostura – Y además al señor Scrooge no le pasa eso por estar enfadado en Navidad sino por ser un cascarrabias en general.
– Sí pero en realidad… Bueno mira, es igual – Dice agitando la cabeza para despejar ese tema de su mente, en un gesto adorable y divertido – No tiene nada que ver que sea Navidad con que tengas que estar feliz, simplemente debes estarlo.
– Como mi mejor amigo que eres ya sabes que no soy de normal tan gruñona – Levanta las cejas en un gesto incrédulo y me mosqueo por un momento, a pesar de que sé que lo hace aposta – No lo soy – Vuelvo a decir muy segura, y le pego un golpe en el hombro – Pero no he tenido un buen día.
– Sam, todos tenemos días peores y mejores, pero tener un mal día no debe impedirte sonreír – Me dice apoyando sus manos sobre mis hombros, para después soltarme y prepararse para escenificar su ‘monólogo’ –  Cuando tengas un problema, míralo de frente y suéltale un ‘¿Problema? ¡Yo me río en la cara del problema!’
– Eso es del rey león – Digo con un tono de voz completamente neutro.
– En el rey león Simba hablaba de peligro, pero el caso es… – Puntualiza él y yo suelto una risilla – Que entonces el problema se sentirá tan ofendido que se acabará marchando – Le miro con la ceja alzada y él se ríe – Piensa lo que quieras, pero es verdad. Y además Sam, muchas veces no hace falta una razón concreta para darte cuenta de que merece mucho más la pena  sonreír que pasarte el día enfadado por una minucia que días después quizás ni siquiera recuerdes – Le odio, en este momento le odio porque sé que tiene razón, pero sigo sin querer reconocerlo – Y encima lo pagas con la Navidad – Añade falsamente indignado –  Una festividad preciosa que, aunque sí que está vinculada al consumo no solo consiste en ello ni mucho menos.
Nos quedamos mirando unos segundos antes de que se acerque a mí y hable en voz baja.
– Se trata de vivir, Sam, no de sobrevivir, y de hacerlo día a día – Sus palabras se clavan hondo en mí, algo que necesitaba, una bofetada sana, una voltereta que me lleve de golpe a la realidad, a la auténtica y no la cegada por un ahora diminuto problema realidad – Tengo que irme, cualquier cosa me llamas o whatsappeas ¿Vale?
Me pasa la mano por la cabeza para despeinarme sin ni siquiera quitarme el gorro. Y mientras me lo quito para volver a colocarlo bien, veo como se marcha, a paso muy tranquilo y relajado en comparación con el resto de gente. Y sonrío, como una tonta. Intento bajar las comisuras pero no puedo. Y de pronto, con la presencia de gente como Jake y mis demás personas importantes en mi vida, con las palabras de Jake y con los pensamientos por fin aclarados sin ningún tipo de niebla de por medio, la vida me parece vida y la navidad más bonita que nunca.
Porque merece la pena sonreír, porque es cierto que se trata de vivir, y no solo  sobrevivir.




Daphne,
  “I'm still alive but I'm barely breathing, just prayed to a God that I don't believe in, cause I got time while she got freedom, cause when a heart breaks, no, it don't break even.”
http://missorangeworld.blogspot.com, @DaphneAndIzzy
 “Para mí, una razón por la que todos debemos sonreír, es porque no somos adivinos, y no podemos saber lo que nos deparará el futuro. Y, auqnue estemos pasando momentos malos, estos siempre vienen acompañados de momentos buenos. Incluso si estás en la situación más catastrófica, debes saber que no durará eternamente.”

Bueno, mi idea es muy simple. Ya sea por Twitter, Facebook, Tumblr, o por la calle, no dejamos de oír que la vida no sería vida sin música. Y, en realidad, es cierto. Porque, ¿qué sería de nosotros sin canciones que nos alegrasen los días, que nos acompañasen en los momentos buenos y malos de nuestra vida, en esos que marcan el principio y el final de una era? Las parejas más enamoradas tienen una canción propia, esa con la que se conocieron o abrieron el baile de su boda, y que, aunque no la hayan compuesto o ni siquiera sea de su época, consideran suya por derecho.
 Cada día que pasa, la música cobra más fuerza. Nuevos estilos surgen hasta de debajo de las piedras, cantantes de dudoso origen se vuelven famosos por una canción que durará seis meses en las radios, lo mismo que su vida pública...
 La música cada vez está más industrializada, y eso lo sabemos todos. Pero, ¿acaso eso tiene que ser malo? La gente pide lo que le alegra, los gustos de las mayorías se hacen con el poder, pero siempre hay otros grupos alternativos que están ahí para cubrir las necesidades de las minorías musicales...
 En definitiva, sin música seríamos lo mismo que sin alma.
 No sé vosotros, pero desde siempre yo he tenido claro que hay ciertas canciones que ayudan a superar momentos malos en la vida de una persona. Quizás los compositores de dichas obras lo tenían claro, o quizás no... Pero simplemente lo consiguieron.
 También es cierto que no a todo el mundo le ayudan las mismas canciones. Todo depende del interior de cada persona, cada uno tenemos nuestra propia "Lista de la Felicidad"
 Porque así la he bautizado yo. "Lista de la Felicidad"
 Ésta la mía.
Lista de la Felicidad (no van ordenadas)
1. Call Me Maybe.- Carly Rae Jempsen
2. Sunday Morning.- Maroon 5
3. The A Team.- Ed Sheeran
4. My Life Would Suck Without You.- Kelly Clarkson
5. Closer To The Edge.- 30 Seconds to Mars
6. Fireflies.- Owl City
7. Obviously.- McFly
8. Chasing Cars.- Snow Patrol
9. Sovereing Light Café.- Keane
10. Paradise.- Codplay
11.Summertime.- My Chemical Romance
12. Stereo Hearts.- Gym Class Heroes feat. Adam Levine
13. Hallelujah.- Paramore
14. 5 Colours In Her Hair.- McFly
15. I Don't Wanna Miss A Thing.- Aerosmith
16. One Thing.- One Direction
17. Falling In Love.- McFly
18. 100 Suns.- 30 Seconds To Mars
19. Viva La Vida.- Codplay
20. Breakeven.- The Script
21. Domino.- Jessie J
22. Love Is Easy.- McFly
23. Burn It Down.- Linkin Park
24. Neutron Star Collision.- Muse
25. Last Friday Night.- Katy Perry
26. Smile.- McFly



Natalia.
“Deberíamos sonreír siempre por todas las cosas lindas que hay en el mundo, ya sean personas, animales u objetos. SIEMPRE, aunque estés en el momento más oscuro de tu vida, hay una razón por la que sonreír. Piensa siempre en positivo y disfruta de la vida, que es solo una. ¡Sé feliz!”







    Srta.While,
"Tú me caes bien, a ti te mataré el último"
    http://citandoelinfinito.blogspot.com.es/
    “Sonríe para respirar, vivir, soñar.”

Puedes intentar ser feliz con algunos de estos trucos:
¾      Un buen despertador, de esos que levantan, de esos que dan ganas de vivir. ¡La música está para algo, amigos!
¾      Lávate los dientes, sonríete en el espejo miles de veces y haz muecas antes de salir.
¾      Échate azúcar en la leche, rellena la magdalena de sonrisas crujientes y échale a la comida una pizca de nube blanca, las negras no, que pican.
¾      Baila en medio de la carretera, sí, ¡hazlo! ¿qué vas a provocar? Una sonrisa antes que un accidente de tráfico, te lo aseguro.
¾      Salta en el paso de cebra sólo tocando los trozos blancos.
¾      Sonríele a alguien en el metro, a ver qué pasa. Si no te sonríe mírale con ganas de comerte el mundo, si te sonríe súbele un poco la ceja, que sea tu cómplice.
¾      Ponte música mientras vas en el metro, ponle vocecitas a las personas que veas hablar en tu interior, o invéntate una historia sobre el que está sentado enfrente de ti.
¾      Sonríe por nada.
¾      Cómprate gominolas de muchos colores y tómatelas de postre con esa comida de sabor a nube
¾      Échate un poco la siesta, no demasiada.
¾      Estudia, pensando que en estos momentos es algo por lo que sonreír.
¾      Ve series que te hagan reír, películas, no te canses de hablar por teléfono.
¾      Sal con tus amigos.
¾      Cena tranquilamente.
¾      Lee millones de libros que te tele transportarán a un mundo diferente al de ahora
¾      Antes de dormir tómate un vaso calentito de leche, con un poco de alegría en polvo, canela, y las ganas de soñar en rama.
¾      Remuévelo bien, tómatelo con calma. Y cuando sientas que te hormiguea el corazón es hora de dormir.




    Emma Gallardo Richards
    http://www.flickr.com/photos/emmagallardo/, http://emmaescritora.blogspot.com
    “La vida es demasiado corta como para perderla llorando. Busca esos pequeños detalles que puedan sacarte una sonrisa. Están cerca de ti, solo tienes que encontrarlos. ¡Hay muchos!”









 Así que sonríe, sin importar lo que pase.